El tiempo transcurre, y en ese transcurrir quedan inmersos los elementos que hacen el mundo; así hombres, imperios, historias, ciencias, mitos, quedan sujetos a la pulsión del tiempo. Así ocurre desde el primero de los días y desde que el hombre intenta, con denodado esfuerzo, guardar registro de los hechos que dan forma, y que en los distintos ayeres dieron forma, al hasta entonces mundo conocido. Es en el transcurso del tiempo que los hombres, a veces por cuestiones de azar y otras veces propiciados por ciertos intereses, han conservado historias, libros, nombres, y han perdido, a la vez, otras historias, otros libros, y otros nombres.
El arte de la guerra escrito por Sun Tzu, convoca una dualidad establecida por el recuerdo y el casi olvido, extremas consecuencias nacidas a partir del paso, del transcurrir, del tiempo. Así como el libro es hasta el día de hoy un clásico de la estrategia militar, y lleva veinticuatro siglos generando estudios y aplicaciones prácticas, así como en la actualidad la sustancia de sus páginas es tenida muy en cuenta entre las vicisitudes guerreras de este mundo globalizado, su autor, en cambio, aparece con vestimenta de fantasma, sobre él poco y nada es lo que se sabe.